Desaceleración de medio ciclo… y más de lo mismo
En la versión del mes pasado de este documento analizamos los temas que golpearon a los mercados en septiembre, luego del verano del hemisferio norte: la inflación y tasas de interés al alza, la crisis energética global y los problemas del mercado inmobiliario chino. En octubre los mercados se estabilizaron, los activos de riesgo rebotaron y los temores disminuyeron.
Las tasas de interés se han estabilizado; esto no quiere decir que no estén subiendo, ello está acorde a la etapa del ciclo en que estamos, lo que es clave es que dichas alzas sean graduales y paulatinas en el tiempo. Además, los mercados estuvieron impulsados por los positivos resultados corporativos que siguieron sorprendiendo positivamente, aunque, tanto los comentarios sobre las perspectivas o guidances y los indicadores líderes de actividad económica señalan una desaceleración para los trimestres siguientes.
Comienzan a sentirse los síntomas de la desaceleración de la etapa en que entra este ciclo económico luego de haber llegado a su peak en el segundo trimestre de este año. Esto se da de diferentes maneras en las distintas regiones y países, que se encuentran en fases acorde a cuándo comenzaron la recuperación post shock pandemia. El covid-19 está bajo control, en mayor o menor medida, con ciertos rebrotes y el sempiterno -pero muy bajo- riesgo del surgimiento de nuevas variantes más agresivas que pudieran ser disruptivas. No obstante, la investigación científica y las vacunas -prontamente píldoras- también avanzan y permiten un control más efectivo, además que éstas últimas cubren rápidamente cada vez a una mayor población y ya comienzan las vacunas de refuerzo en muchas partes del mundo.
La inflación sigue en su proceso de aceleración, impulsado por los aumentos de algunas variables que estaban rezagadas, primero “saltó” el consumo y luego los salarios; además la escasez de energía y varios productos ejerce presiones adicionales. La inflación tiene componentes cíclicos y otros estructurales; no obstante, existen factores que prevendrían una inflación “pegajosa”, como los grandes saltos en productividad que se estarían dando en el contexto de la revolución digital que experimenta la economía y todos los aspectos del funcionamiento del mundo actualmente. El nivel de aceleración en la adopción de tecnología sin precedentes en todo ámbito agrega una potente fuente o driver de crecimiento que se convierte en un positivo factor de impulso para las perspectivas económicas y corporativas.
Los principales bancos centrales, encabezados por el Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed), están dejando que la inflación esté por encima de sus metas, por un periodo de tiempo razonable, tal como lo han manifestado. Asimismo, y en la medida que no se arriesgue a la economía global, los planes de retiro de estímulos y cautelosos aumentos de las tasas de interés de referencia se preparan para implementarse, según lo que sea más indicado para cada caso.
En el escenario mencionado, con tasas de interés reales aún bajas o negativas, inflación presente y el riesgo que ello conlleva, se sigue favoreciendo la inversión en acciones respecto de la renta fija, activos reales en general y también la asignación de una porción de la cartera en coberturas, como oro y cash. Se debe tener en cuenta que lo más probable es que la volatilidad prevalezca, ya que estamos en la mitad natural del ciclo económico, pero frente a tasas de interés muy bajas o negativas, que lo hacen frágil ante una inflación que pudiera dispararse.
En cuanto a la selectividad, hay que tomar en cuenta las grandes divergencias que hay en el desempeño histórico de las diversas clases de activos, qué activos cuyos precios han subido significativamente el actual escenario y perspectivas les da soporte, cuáles se ven excesivamente sobre castigados y tener en cuenta cómo queda la asignación en cuanto a monedas.
Más allá de los mercados, las autoridades están en una postura de prevenir a toda costa alzas rápidas y fuertes de las tasas de interés. Pero con inflación creciente, de largo plazo podría configurarse un factor de presión social y política que en algún punto lo haría insostenible. De ahí que es clave que las presiones inflacionarias comiencen a ceder; éstas, según el Fondo Monetario Internacional, llegarían a un máximo hacia mediados de 2022.
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